Bonn y Zúrich, del 30 de agosto al 8 de septiembre de 2024
Nos besamos en Bonn y dejamos de hacerlo apenas una semana después, en Zúrich. Entre ambos lugares no sucedió casi nada, y luego todo sucedió de repente: su mano desistiendo de la mía, y una carta sin respuesta bajo la puerta de su habitación de hotel. Sin embargo, unos días antes estábamos sentados en una terraza junto al Rin, ella vestida con una gabardina y un vestido negro, su mirada afilada, y esa risa de pura felicidad, como luz añorada. Bebimos cócteles italianos y, al terminar, la acompañé hasta su casa, mientras nuestras manos se entrelazaban a cada momento. Allí fue cuando nos besamos. La recuerdo preocupada por comportarse como una señora, mientras yo pensaba que jamás había estado ante una señora como aquella. Al día siguiente me dijo algo hermoso: I feel like I’m seeing myself through a mirror. No exageraba, o no me lo pareció: ambos compartíamos las mismas ganas de prevalecer entre tanta gente insolente, y la firme, insuperable convicción de no rendirnos nunca. Después, los días se sucedieron y yo no dejaba de pensar en ella, pero ¿qué podía hacer? Lo que vivimos fue precioso, y ya era algo. Aún así, decidimos reencontrarnos en Zúrich, donde tuvimos un malentendido, y antes de darme cuenta, ya estaba montado en un taxi rumbo al aeropuerto, de vuelta a Madrid. Me he quedado con tanto que contarle… Nos besamos en Bonn y dejamos de hacerlo apenas una semana después, en Zúrich, si bien yo todavía la siento aquí conmigo, como cuando la tuve entre mis brazos, tumbados en la cama de aquella casa de techos altos, donde cabía el cielo y, ahora me doy cuenta, también mi amor por ella, que empezó en Bonn — y aún no acaba.