(xiv)

«Vivíamos como reyes. Bebíamos vodka a cántaros. Las chicas bonitas nos querían bien. Andábamos sobre alfombras doradas, nadábamos en la abundancia y pagábamos con oro, plata y dólares. Pagábamos por todo, por el vodka y por la música. Al amor con el amor, y al odio con el odio…».

Durante cierto tiempo creí haber leído este fragmento de El enamorado de la Osa Mayor en una edición ajada y de lomo estelado, mientras me alojaba —por apenas cuatro o cinco días— en un monasterio cisterciense. Más tarde reparé en que aquel recuerdo era imposible, pues el párrafo pertenecía a un prólogo escrito por el autor que mi edición no incluía. Mientras escribo estas líneas, con el libro delante de mí, observo que no posee tal cosa como estrellas en el costado, sino un fondo perfectamente ocre, o tal vez marfil. Ahora dudo de que existiera el monasterio, al que nunca he vuelto.

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