París, 22 de agosto de 2022
Visito con D. la tumba de Baudelaire, en Montparnasse. Está llena de porquería. Je le hais comme vous haïssez Dieu. Tras la flânerie, cenamos falafel en un restaurante llamado Marianne, alegóricamente.
París, 22 de agosto de 2022
Visito con D. la tumba de Baudelaire, en Montparnasse. Está llena de porquería. Je le hais comme vous haïssez Dieu. Tras la flânerie, cenamos falafel en un restaurante llamado Marianne, alegóricamente.
Águilas, 16 de agosto de 2022
Y si nada hago, es porque nada tengo que hacer.
Madrid, 30 de julio de 2022
Andaba recordando cuando vimos Fiebre del sábado noche bajo una manta de Ezcaray, hace un invierno, en Madrid. La parábamos de vez en cuando para bailotear juntos en el salón, y durante los días siguiente solo queríamos contornearnos como Tony Manero, vestir como Tony Manero, ser Tony Manero. Entonces le dije a D. que jamás fui tan feliz como aquella noche.
Madrid, 28 de julio de 2022
Bajaba por Concha Espina oliéndome el perfume de verano en las muñecas.
Madrid, 24 de julio de 2022
Qué encantadora exposición, la de Paret en el Prado. Y el paseo con D. por el Retiro.
Barcelona, 22 de julio de 2022
Excepto El Diego, la champaña y el derecho mercantil, todo lo demás me ha decepcionado alguna vez—y habitualmente más de una.
Barcelona, 19 de julio de 2022
El café de Barcelona es superior al de Madrid, pero fracasa en el poso.
Barcelona, 18 de julio de 2022
La coquetería de trabajar durante la noche, semejante para el abogado a la cicatriz rencorosa que le cruzaba la cara al Inglés de La Colorada en el cuento de Borges.
Madrid, 16 de julio de 2022
Cuando estoy a punto de hacer algo necio, alzo la vista sobre la estantería hacia la reproducción que N. me regaló de El caballero de la mano en el pecho y recuerdo que noblesse oblige. O, en la hermosa traducción que hace Trapiello de toujours haut, señero siempre.
Madrid, 14 de julio de 2022
En el club, melocotón y champaña—es decir, bellini. Y los inseparables recuerdos: de cuando tuvimos veinte años en Roma y se nos ocurrió sustituir el café de la mañana por los memorables bellinis que A. preparaba. Acabamos dejándolo pasar por los mismos motivos que lo adoptamos: exclusivamente de belleza.