(xxxii)

(Isolamento) Tras pasar la Navidad en cuarentena en un hotel de Porta Venezia, Milán, uno empieza a comprender mejor aquello de que l’unica cosa bella de Milano è er treno pe Roma.

(Rectius) El panetón de Giovanni Cova & C es excelente, pero mi preferido es el que preparan en la confitería Sant Ambroeus, henchido del mismo aire pintado en Las Meninas de Velázquez, no menos por el almuerzo que lo precede y que me suelo hacer servir allí mismo, consistente en cotoletta alla milanese y vino de Valpolicella (el escalope es el producto más feliz resultado de la síntesis hispanoaustríaca, junto con los Habsburgos españoles—si bien aprecio ciertos altibajos en estos últimos que no se me hacen presentes en aquel).

(Malinconia) La botella de Barbaresco que abandoné («No te descompongas, Schisa. No te descompongas nunca. No te lo puedes permitir. Porque no te han dejado solo. No. Te han abandonado») a merced del personal del hotel, y cuya ignota figura todavía columbro de tanto en tanto, como un amor de juventud.

(A proposito di quanto sopra) D.: «¿Eres consciente de que estar contigo no es fácil?».

—Estar no es fácil, Mlle. En general.

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