(ii)

«Ea, vaya contigo mi bendición, y trata de grabar en tu memoria estos pocos preceptos. No des voz a tus pensamientos, ni des cumplimiento a ningún pensamiento desproporcionado: sé familiar, pero de ningún modo vulgar. Los amigos que tengas, de afecto puesto a prueba, sujétatelos al alma con aros de acero, pero no te embotes la mano acariciando a todo camarada implume y recién salido del cascarón. Cuidado con entrar en peleas, pero una vez dentro, llévalas de tal modo que tu adversario tenga que guardarse de ti. Presta oídos a todos, pero a pocos tu voz; recibe la censura de todos, pero resérvate tu juicio: que tu traje sea tan precioso como pueda pagar tu bolsa, pero sin extremarte en fantasía; rico, no vistoso […] No pidas prestado, ni prestes, pues el préstamo muchas veces se pierde a sí mismo y al amigo, y el pedir prestado embota el filo a la economía. Esto sobre todo: sé fiel a ti mismo, y a eso seguirá, como la noche al día, que no podrás ser entonces falso con nadie».

Estos diarios serán ingleses, o no serán.

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